La propuesta invitó a las personas participantes del proceso, adentrarse en la experiencia de conocer los elementos del sonido en el espacio físico y su relación con la realidad y el contexto que habitan, así como indagar y cuestionar cómo se construyen las relaciones entre nosotros mismos, con los otros y con el entorno; para ello se realizaron grabaciones de los paisajes sonoros de espacios urbanos, rurales y sus límites, a través de un proceso de laboratorio de creación sonora, escucha y percepción, mediante el cual se reconoce el territorio y se crea una lectura particular desde lo escuchado y lo reflexionado.

Durante el proceso en el municipio se contó con el acompañamiento de  “La Casa de la Cultura” quien a través del equipo humano apoyó en la difusión y convocatoria al laboratorio, invitando participantes que iban entre los 5 años hasta los 60, quiénes en un mismo espacio, y desde sus propias perspectivas, compartieron el proceso de descubrir, desde la escucha, el Rio Magdalena y su territorio.

Entre los temas conceptuales que llamaron la atención de las personas participantes, fue adoptar una nueva definición para el silencio, entendiendo que es relativo y que no existe el absoluto. Así mismo, las formas de explorar y entender el volumen, el timbre y la frecuencia, sin la necesidad de usar aparatos electrónicos, para los niños y las niñas esto fue como un juego, el poder encontrar esos poderes en el sonido. Dos ejercicios que conectaron a las y los estudiantes consigo mismos, fueron los de confirmar la capacidad auditiva según la edad, y cómo ésta va disminuyendo a medida que pasan los años. Las personas adultas, en un principio, encontraron este hallazgo con sorpresa, tal vez alguna que otra preocupación, pero llevó a comprender las dinámicas biológicas del ser humano con el sonido. Y un segundo ejercicio que permitió generar proceso de acercamiento, fue el escuchar el corazón del otro, y todas aquellas impresiones sociales y propias frente a ese latir.  

Al pasar al componente práctico, se exploraron paisajes urbanos como la Plaza Central de El Espinal y El Parque Mitológico, y paisajes rurales como La Caimanera en el Río Magdalena y el Seminario .

Del proceso se pueden resaltar las siguientes conclusiones del grupo que participó en el laboratorio sonoro:  En la exploración de las salidas de campo y en conversaciones  generacionales, se resaltó que en El Espinal han desaparecido los sonidos del tren, las carretas, el andar de los caballos por las calles, las golondrinas, las mirlas, las chicharras, la máquina de escribir, el machete, la campana en los colegios, el teléfono fijo. Permanecen los del tractor, las bicicletas, el sonido del señor de los helados, los instrumentos musicales, el sonido de la quebrada de El Espinal, las campanas de la iglesia, la sirena de los bomberos, la campana del gas, las palomas, el canto del gallo, el vendedor del periódico, los vendedores ambulantes, la sirena de la policía. Y se han integrado al paisaje el sonido del celular, la patineta eléctrica, el reguetón, el sonido de la alarma del celular y los videojuegos.

surgen dos observaciones, la primera de ellas que los procesos artísticos, identifican, resaltan y tienen el poder de transformar problemas sociales, económicos, políticos y medioambientales. Los paisajes sonoros son una gran fuente de información que retrata el momento histórico que se vive:  mediante la medición, grabaciones sonoras y mapas georeferenciados se identificó que El Espinal tiene un problema de contaminación auditiva en los principales puntos de concentración urbana. Y segundo, la importancia de lo sonoro para la reconstrucción de la memoria histórica en el territorio. Se reflexiona en ese sentido con relación a los sonidos que desaparecieron, los que se mantuvieron y los nuevos. Así mismo el laboratorio creó un archivo sonoro, que puede ser escuchado,consultado y estudiado.

Es por ello que grandes y chicos al preguntarles ¿a qué te suena El Espinal o cuáles son los sonidos que caracterizan el municipio? no solo se mencionan las pajaritos y el río, fueron enfáticos en mencionar que hay una gran contaminación auditiva y un constante ruido generado por las motos y los establecimientos comerciales que compiten por poner el nivel de volumen de música más alto.

Se realizó una exposición, a manera de instalación sonora, en la antigua estación del tren de El Espinal, donde se recopiló toda la experiencia del laboratorio sonoro, allí los paisajes sonoros que se realizaron durante el laboratorio, estaban acompañados por los mapas georeferenciados, de las ubicaciones de cada salida de campo e imágenes de los encuentros con la comunidad y el paisaje sonoro. Con el objetivo de compartir la experiencia del laboratorio, propiciando y sensibilizando a la comunidad sobre las posibilidades que ofrece, enriquecer la memoria sonora del municipio y aprender de ella. El artista Leandro Muñoz, se unió a la muestra con un traje sonoro interactivo que se vistió con los sonidos del territorio acompañado de la performer María Angélica Nieto. El extrañamiento y la sorpresa fueron las emociones más sobresalientes en los asistentes que reconocieron no estar acostumbrados a este tipo de apreciación artística reducida exclusivamente a la escucha.

Cabe mencionar que en las salidas de campo se contó con el acompañamiento de la policía, lo cual evidencia la enorme inseguridad del municipio, que ponía en riesgo  el buen desarrollo del taller.

Al final niños, niñas, jóvenes, padres y madres, profesores y todos las personas participantes, preguntaron si el proceso continuaría el próximo año, porque experiencias creativas como estas no se habían presentado antes en el municipio, habían aprendido y divertido  mucho.  A todos ellos así como a quienes hicieron posible el desarrollo de toda la experiencia se les expresó un inmenso agradecimiento por permitir la exploración y el redescubrimiento del paisaje sonoro de El Espinal.